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MEXICO, D.F., 19 de junio.- Es un simple estar ahí, que en este caso es fundamental. Es darle la mano y esperar que Owen cierre los ojos para dormir y luego irla soltando poco a poco sin que él lo perciba y no se sienta solo. Es contarle un cuento que le guste y luego asegurarse de que su muñeco Buzz Lightyear también escuche el cuento y esté bajo las sábanas junto a él. Es cosa de niños.
Es brindarle seguridad, estabilidad. Es cosa de adultos. Es cerciorarse de que abrace a su muñeco antes de dormir y también enseñarle que sus pantuflas deben estar siempre bien acomodadas a un lado de su cama para que, cuando despierte y toque el suelo, sus pies no se enfríen.
“Owen no puede enfriarse, y mucho menos enfermarse, pues aún se está recuperando de una cirugía por estallamiento de vísceras, consecuencia de los brutales golpes que le dio un adulto”, explica Vicky, quien ejerce como su mamá sustituta desde hace tres semanas en el Albergue Villa Hogar y Juvenil del DIF de Toluca.
Irma Virginia Salazar Velasco, agente de tránsito y madre del menor, se encuentra presa en el penal de Cuautitlán desde el pasado 22 de mayo. Mientras que Jesús Díaz Alamilla, su pareja y presunto agresor del niño, fue consignado y trasladado el pasado 11 de junio al penal de Cuautitlán, donde enfrentará cargos por lesiones agravadas.
Personal de la CNDH ya inició una queja victimológica por las presuntas violaciones a los derechos fundamentales del menor.
Hasta ahora, Owen desconfía y le teme a la noche y a la oscuridad. “Quiero que no sienta miedo al dormir (ahí cuando le toca estar solo en sus sueños) y que logre por fin y por una sola noche un sueño continuo sin pesadillas. La meta es que logre dormir una sola noche sin sobresaltos”, dice quien literalmente le vela el sueño.
Vicky y Erika, quienes fungen como madres sustitutas en el Albergue Villa Hogar, han avanzado poco a poco junto al menor. Al principio no les daba la mano al caminar. Ya lo hace. No quería bañarse, porque el agua representaba otra de las maneras en que fue agredido. Recibía baños de agua fría, fue golpeado, pateado y quemado con encendedor y cigarros, relató en su momento el Ministerio Público ante el juez de Control José Eduardo Peirefil Rojas.
Entramos a su casa. Su madre sustituta es quien nos abre la puerta; al principio Owen está detrás de ella, (como si Vicky fuera una barrera que lo protege de los extraños). Al ratito se asoma atrás del delantal de su tutora y nos invita a pasar a su cuarto. Nos deja ver la lavandería, y la cocina. Quiere mostrarnos su computadora y su tablet nuevas. Quiere mostrarnos el Buzz Lightyear que está junto a su almohada junto a un oso de peluche. El oso le importa poco... “Ese me lo regalaron en el hospital, pero mi muñeco lo traje de mi casa”, explica. También muestra una estampa religiosa que le regaló su abuela; da la impresión de que este juguete y la estampa fueran su única conexión con su casa y su pasado. Su cabello ya ha crecido; semanas atrás se lo cortaron a rape para curar todas las heridas que tenía por los golpes que recibió en la cabeza.
Ahora quiere enseñaros sus juguetes. Su preferido es un helicóptero. “Igual que el que me trajo aquí al albergue” dice. Owen fue trasladado en helicóptero desde el hospital al que ingresó en tres ocasiones, entre el 5 de abril y el 16 de mayo, hacia la Villa Hogar del DIF del Estado de México. Ahí estará hasta que se resuelva su situación jurídica.
En cuanto a sus quemaduras hay una que no es posible ocultar. Está expuesta en su mano derecha, y debe estar al aire libre para que vaya cicatrizando.
La primera vez que Owen fue a dar al hospital por lesiones severas fue el 5 de abril, con una fractura de brazo; la segunda, el 14 de mayo, cuando el menor presentaba inflamación en las mejillas y diversas partes del cuerpo, y la tercera, el 16 de mayo, cuando su madre lo llevó al Instituto de Seguridad Social del Estado de México y Municipios (ISSEMYM) de Izcalli, de donde fue trasladado al hospital de tercer nivel de Tlalnepantla por estallamiento de vísceras.
Luego, mientras muestra sus juguetes, señala también la cicatriz de su mano. ¡Mira!, dice.
No me atrevo a preguntarle qué es la marca en su mano. Sólo le tomo el torso de su mano derecha y la acaricio. Le digo que ya está sanando. Él afirma que sí... y de inmediato cambia de tema para acercarnos sus libros de iluminar. “Owen es muy cuidadoso a la hora de iluminar, y no se sale de la rayita”, agrega Vicky, quien lo ayuda a bajar todos sus libros del estante. “Mi color favorito es el amarillo, el azul, y el rojo y nunca me salgo de la rayita”, asegura desde un lugar llamado inocencia infantil.
Muestra también una mano que pintó de verde y que tiene su nombre. Casi sabe escribir su nombre completo.
Owen quiere mostrarnos todo: sus dibujos, su computadora, sus gorras, su pasta y su cepillo de dientes y sobre todo las fotos que se ha tomado: sus autorretratos, sus selfies.
En la mayoría de sus fotos muestra su herida hacia la cámara, posa ante sus autorretratos: “Es su manera de decir ‘esta herida se está curando, ya lo estoy superando’, es su propio reconocimiento por la valentía que ha tenido al ir superando lo que le ocurrió”, asegura Liliana Ramírez Tavira, psicóloga Adscrita al Albergue Temporal Infantil (ATI), que cuenta con aproximadamente 70 niños en situación de maltrato, abandono, extravío u orfandad.
“Al principio estaba ansioso, irritable, manifestaba angustia, todo le daba miedo y no quería salir de su casa —Villa Hogar; sólo se asomaba por las ventanas para ver a los otros niños jugar. Permanecía en su cuarto con la computadora y la tablet que le regalaron en el hospital. Poco a poco fue abriendo la puerta de la casa y asomándose, fue permitiendo que otros niños se acercaran a jugar con su computadora. Comenzó a sonreír más; y hoy lo que más quiere es salir a jugar con sus amigos del albergue e invitarlos a su Villa. Owen, es un buen anfitrión.
El pequeño no habla de su madre, tampoco de su padrastro, ni de su padre. Dicen que los erradicó de su vocabulario cotidiano.
“No los menciona. Es su manera de ir dejando a un lado lo que vivió”, explica la psicóloga, quien asegura que se trata de un niño con una gran capacidad de resiliencia, entendida ésta como las herramientas que ha desarrollado para superar el dolor, como si fuera una estrategia de sobrevivencia que lo ha hecho más fuerte ante el mundo que lo rodea”, agrega quien ha estado aplicando terapia lúdica hacia el menor, con el propósito de lograr su estabilidad emocional.
¿Por qué algunos niños pese a las situaciones adversas, traumatismos graves y amenazas contra su desarrollo, logran salir adelante y desarrollarse de forma positiva y armoniosa, a pesar de que todo predice una evolución negativa? Esta pregunta ha sido el punto de partida sobre resiliencia, término que, a decir de expertos, está transformando, poco a poco, las prácticas de las ciencias sociales y de la salud.
La respuesta la proporciona María Teresa Campos, subdirectora de Albergues del DIF del Estado de México, al explicar que en este caso Owen vivió agresiones que pusieron en riesgo su vida y ciertamente quedará una cicatriz, “pues estuvo sometido a experiencias extremas de las que está logrando salir gracias a su fortaleza interior y carácter, quizás debido a que tiene una mayor capacidad de elaborar el trauma generado por el maltrato.
“Esta cicatriz no tendrá que marcarlo de por vida, pues actualmente lo que hacemos en las terapias es reorganizar al niño para que viva una historia diferente, con una postura de definitiva esperanza. Hoy Owen es un niño alegre. Usted lo ve. Tenemos que seguir trabajando para que su infancia sea una etapa mejor. Algunos niños poseen una clave de protección, aunque posiblemente ni siquiera sean conscientes de ello. Owen la lleva con él”, explica.
La resiliencia es el arte de navegar entre los torrentes, explica a su vez Boris Cyrulnik, en la obra Los patitos feos. La resiliencia: una infancia infeliz no determina la vida.
Manuel Torres Rodríguez, director de Servicios Jurídico-Asistencial del DIF del Estado de México, relata que Owen está recibiendo clases con una pedagoga particular, “pues es fundamental que no descuidemos sus estudios; es un niño muy vivo, muy inteligente. Está también médicamente vigilado y recibiendo un importante tratamiento odontológico por el descuido que presentaba su boca”.
Se espera que en un futuro próximo se integre a una villa con otros niños. Por lo general, son entre siete y ocho niños los que viven juntos en una misma casa, cuidados por dos mamás sustitutas que cubren horarios de manera en que los niños nunca permanezcan solos. “Hoy, él debe permanecer bajo cuidados extremos porque aún está delicado por las cirugías que recibió y no puede jugar rudo, como suelen jugar los niños de su edad”.
Es importante que hagamos conciencia de los altos niveles de violencia familiar que se están generando en los hogares mexicanos”, advierte Torres Rodríguez.
Nos despedimos del pequeño Owen, pero él quiere ir antes a la huerta del albergue temporal.
El menor nos enseña las lechugas, las cebollas, las calabazas, y los betabeles. Nombra cada una las verduras de la huerta, luego comenta que recolectó un betabel y camina por delante, muy orgulloso, porque se lo va a comer hoy.
Al rato viene con la lengua pintada de rosa por el betabel y grita ¡Mira mi lengua, es roja de monstruo!, y luego se va corriendo, siempre bajo la sombra de mamá Vicky. (El Universal)