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México (5 de septiembre).- Durante años, se ha venido librando una batalla para impedir que las grandes empresas transnacionales que virtualmente acaparan la producción de semillas de alimentos básicos, como Monsanto y Syngenta, introduzcan variedades de maíz transgénico a México.
Así fue como, en 2013, se logró que el Juzgado XII de Distrito en Materia Civil del Primer Circuito dictara una medida precautoria para detener la siembra de ese grano en tanto la justicia tomara una decisión definitiva al respecto. La medida había sido promovida por una agrupación ciudadana denomi-nada Demanda Colectiva AC, con base en los graves riesgos que la in-troducción a nuestro país de ese tipo de maíz implica para las numerosas razas y variedades nativas, que podrían verse contaminadas por el polen de las plantas transgénicas y perder sus características originales e incluso llevadas a la extinción.
Pero el pasado miércoles 19 de agosto, el mismo juzgado dejó sin efecto la medida precautoria. Con ello, al decir de los representantes de Monsanto y Syngenta, se abre la puerta a la venta irrestricta de sus semillas en México y a la generalización de los cultivos de maíz modificado genéticamente.
Demanda Colectiva AC, sin embargo presentó de inmediato una apelación y, según sus directivos, con ello debe mantenerse el mismo estado de cosas —esto es, la suspensión de las siembras de maíz trans-génico— hasta que las autoridades judiciales lleguen a una decisión final y definitiva.
Aquí cabe señalar que los argumentos presentados por Demanda Colectiva contra la introducción de transgénicos son lo bastante sólidos como para que la suspensión se mantuviera en pie durante dos años pese a los intensos esfuerzos hechos por los poderosos equipos de abogados de las transnacionales y la Secretaría de Agricultura, que apoya a tales empresas extranjeras. Tanto éstas como la Secretaría presentaron en total 93 impugnaciones y 22 amparos tratando de echar abajo la medida precautoria, pero todos fracasaron. Pese a ello, sin embargo, el juzgado decidió dar marcha atrás.
Antes de seguir adelante, debo aclarar que no milito en las filas de quienes se oponen total y absolutamente a los organismos genéticamente modificados o transgénicos con argumentos tales como que son nocivos para la salud o que no se debe interferir con la obra de la naturaleza. Pero en el caso del maíz, considero que su introducción sería extraordinariamente peligrosa y podría ocasionar un desastre ambiental que afectaría un aspecto muy importante de nuestra biodiversidad: la existencia de una gran cantidad de razas diferentes de ese grano, adaptadas a las condiciones de clima y suelo de las distintas regiones del país. Ya desde hace más de medio siglo, un destacado científico norteamericano, Edgar Anderson, apuntaba que a menudo en México en una sola localidad se encuentran más tipos de maíz que en todo Estados Unidos.
Esa gran diversidad podría perderse, con las serias consecuencias que ello implicaría para la agricultura nacional —especialmente en las zonas indígenas—, si se introduce el maíz transgénico a México.
El maíz —hay que recordarlo— es un cultivo de polinización libre. El polen para fecundar las plantas no lo transportan abejas, abejorros, colibríes, murciélagos u otros animales, sino el viento. Esto significa que los cultivos de maíces nativos podrían contaminarse con polen de maíz transgénico de parcelas más o menos cercanas, y perder sus características originales.
Ese es el gran peligro que buscan conjurar quienes se oponen a la introducción de maíz transgénico. No son retrógradas enemigos del progreso, sino defensores de nuestra riqueza biológica.
Pero como el espacio se ha agotado, dejaremos para otra ocasión comentarios adicionales al respecto.
Comentarios: kixpachoch@yahoo.com.mx